Sabado
9 de Diciembre de 2023
29 de agosto de 2016
El 9 de Julio de 1966, Sesquicentenario de la Independencia, se celebra en circunstancias infelices para el pueblo argentino.Un dictador militar se ha erigido en presidente de los argentinos y se hará presente en San Miguel de Tucumán durante la celebración de los actos patrios.
¿Qué ha sucedido? Once días antes, el 28 de junio, el general Juan Carlos Onganía, al frente de un sector del ejército se ha hecho del poder derrocando al gobierno del presidenteArturo Ilia.
Los tucumanos que asisten al desfile militar que preside el dictador no tienen idea de lo que se avecina. Un mes y 12 días después, el 21 de agosto, el régimen militar descargará un brutal golpe contra la provincia. A través del decreto-ley 16.926 forzará el cierre de 11 de los 27 ingenios azucareros de la provincia y desatará una crisis económica y social sin precedentes en la historia de Tucumán.
La traumática decisión se inscribe dentro de la cirugía mayor y sin anestesia que propone en ese momento el ministro de Economía, Jorge Néstor Salimei, con el objetivo “modernizar” y hacer más “eficiente” la producción argentina.
Para esta línea de pensamiento los problemas económicos del país tenían su origen en los elevados índices de ineficiencia existentes tanto en el sector público como en el privado. Por lo tanto, si se quería solucionarlos era necesario realizar una redistribución de recursos, pero no entre los distintos sectores económicos, sino entre las actividades de cada sector.
Como consecuencias de estas políticas impuestas por el gobierno de Onganía los que más se beneficiaron fueron los sectores más concentrados del capital, sobre todo el extranjero. Hubo un crecimiento notable de las empresas transnacionales que aumentaron su participación en la producción industrial.
La contrapartida del avance de las grandes empresas fue el quiebre de numerosas pequeñas y medianas empresas nacionales, muchas de las cuales fueron adquiridas por capitales extranjeros, lo que contribuyó en aquellos años al proceso de desnacionalización de la industria local.
Visto en conjunto, el sector industrial sufrió internamente un proceso de concentración y centralización de la propiedad.
En plano provincial la política de “modernización” se tradujo en la transferencia de gran parte de la producción tucumana de azúcar a los ingenios de Salta y Jujuy.
La dictadura de Onganía fijó cupos de producción por “zonas territoriales” (Tucumán, Salta-Jujuy y el Litoral, respectivamente).Esto supuso una reducción del 30 por ciento de la producción tucumana con relación a la zafra de 1965. Por el contrario,para Salta y Jujuy la merma fue sólo de un 17 por ciento y los ingenios del Litoral no sufrieron limitación alguna.
Una de las consecuencias más nefastas y de mayor impacto sobre el cuerpo de la sociedad tucumana del cierre de ingenios decidido por la dictadura militar fue que miles de hombre y mujeres se vieron obligados a abandonar la provincia para tratar de sobrevivir e lejos de su tierra natal. Se calcula que alrededor de unos 250.000 tucumanos (casi una tercera parte de su población en esa época) debió abandonar la provincia.
Para varios historiadores y estudiosos este éxodo no fue un efecto no deseado sino un objetivo deliberado por los planificadores de la “modernización” de Tucumán. El propósito habría sido reducir la estructura económica de la provincia lo suficiente como para mantener no más de 600.000 habitantes.
Muchos de los tucumanos que emigraron fueron a poblar las villas del Gran Buenos Aires o buscaron mejor suerte en otras regiones del país.
La geógrafa Selva E. Santillán de Andrés en su investigación “Esquemas de las estructuras socio-económicas de Tucumán” describe la dramática realidad de ese momento para la provincia.
Dice Santillán de Andrés: “oficialmente sólo figuran alrededor de 40 mil desocupados a consecuencia [del cierre de ingenios], (…) es una cifra que no corresponde a la realidad.También han decrecido las migraciones por falta de demanda de mano de obra, sumada a la desocupación de la población activa de Tucumán”.
Por último, la geógrafa completa el cuadro con una visión desoladora: “Los tucumanos desocupados fueron a vivir en villas de emergencia alrededor de la capital tucumana. Otros han emigrado hacia otras provincias, calculándose ese éxodo en 160.000 personas, procedentes la mayor parte del área cañera;y el resto a morir a la sombra de la chimenea del ingenio”.
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